Recuerdo que cuando era más joven, a uno de mis amigos le pidieron que toque en una banda (Grupo de música) muy buena. Estaba tan emocionado y orgulloso de él, y decidí que iba a hacer el largo viaje en carro para ver su primer espectáculo y darle una sorpresa. Llegué allí antes de que comenzara el espectáculo, y vi a mi amigo en el escenario a punto de empezar a tocar frente a un mar de gente. Muy emocionado, grité fuerte su nombre. Él buscó con la mirada, pero supongo que no me reconoció, porque lo lejos que estaba, por lo que sólo se dio la vuelta y siguió preparándose. Así que abrí paso un poco más cerca hacia la parte delantera, y llamé a mi amigo otra vez para conseguir su atención, y él me miró, pero todavía actuaba como si no se diera cuenta. En ese momento, yo estaba un poco molesto, pero me aseguré a mí mismo que él no era capaz de verme entre todas estas personas. Así que me obligué todo el camino hasta la primera fila, a unos pasos del escenario, y llamé por última vez a mi amigo. Me miró directamente a los ojos y actuó como si nunca me había visto antes en su vida. Me sentí humillado, él era mi amigo con el que yo crecí, y estaba actuando como si no me conociera.
Esa experiencia de ser repudiado por mi amigo me molestó mucho, pero cuando empecé a evaluar mi propia vida, me di cuenta de que le hice lo mismo a Dios todo el tiempo. Cuando tenía 16 años Dios me salvó la vida, y se convirtió más cercano a mí que un hermano. Empecé a amarle más que cualquier otra cosa en el mundo, pero por alguna razón no quería decirle a la gente acerca de lo que había hecho por mí. Una y otra vez conseguí la oportunidad de decirle a la gente acerca de Dios y de cuánto él los amaba, pero nunca lo hice porque siempre estaba nervioso por lo que la gente iba a pensar de mí.
Jesús hace esta gran promesa en el libro de Mateo, él dice: ” A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo.” Este versículo fue la llamada de atención que necesitaba, porque el saber que Jesús me reconocerá como su amigo es infinitamente más importante que lo que nadie en este mundo piense de mí. Jesús no quiere una relación secreta contigo; Él quiere que no avergüences de Él, sino que aproveches cualquier oportunidad para reconocerlo como tu Salvador. Fuera de nuestro amor a Dios y el amor por las personas que nos rodean, es nuestra responsabilidad el compartir la buena noticia de la vida eterna a través de Jesús cada vez que podemos. No importa lo que piensen los demás de ti, porque cuando se reconoce a Jesús aquí en la tierra, Él te confesará delante de su Padre en el Cielo, y la aceptación eterna tiene infinitamente más valor que cualquier rechazo temporal.
Pide a Dios hoy para que te dé el valor y la audacia de decirles a otros acerca de él. Dios quiere que no sientas vergüenza acerca de tu relación con Él, y Él quiere usarte para difundir su amor a la gente que te rodea. Pide a Dios que te dé la fuerza y las oportunidades para compartir de su amor increíble. Lee los capítulos 16 y 17 en el libro de Juan y pídele a Dios que te hable a través de su Palabra.