Siendo uno de cuatro hermanos, conozco de la rivalidad que se vive entre hermanos, pero la Biblia nos cuenta una historia de dos hermanos con una de las relaciones más disfuncionales que he visto. El hermano menor, Jacob, era más un niño de mamá que le gustaba quedarse en casa y atender los quehaceres alrededor de esta, y el mayor, Esaú, era un hombre que le gusta cazar. En aquellos días, el hijo mayor tenía más privilegio que nadie en la familia: con derecho a una herencia más grande que cualquiera de los otros hermanos y una bendición especial de su padre. Jacob sabía esto y siempre se resentía de su hermano por eso; así que un día Esaú llegó a casa muerto de hambre después de un largo día de caza y Jacob vio la oportunidad de tomar ventaja de su hermano. Esaú exigió una taza de guiso que su hermano había hecho, y Jacob dijo: “No sin darme tu porción de la herencia.” Esaú, completamente consumido por su hambre, entregó la totalidad de la herencia y bendiciones que se le había prometido sólo por una taza de guiso.
¿Por qué Esaú haría tan mal negocio? Literalmente cambió toda su herencia y todas estas bendiciones futuras por un pequeño plato de guisado. ¿Cómo puede alguien ser tan tonto? Pero ¿Estamos tomando esas mismas terribles decisiones? ¿Acaso estamos cambiando nuestra herencia futura por placeres momentáneos? Vemos que, como elegimos vivir ahora no solo afectará el resto de nuestras vidas, sino que determina nuestra eternidad.
Dios nos promete una eternidad en el cielo, un paraíso perfecto con nuestro amoroso (amado) Creador, pero algunos de nosotros somos tan rápidos para regalar nuestra herencia celestial por las cosas sin valor de este mundo. Jesús vio como la gente puede ser tan corta de vista y habló directamente sobre esto; en el libro de Marcos dice: “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?”. ¿Hay algo en este mundo por lo que valga la pena el cambiar tu propia alma? Muchas personas están viviendo sólo para hoy, perdiendo su eternidad por sus deseos temporales. Poniendo el dinero, la fama, el éxito, las drogas, el sexo, o placeres momentáneos, delante de su herencia espiritual. Jesús está tratando desesperadamente de decirnos que nada en este mundo jamás podría ser tan dulce como conocerlo como nuestro Salvador, y no hay nada en esta tierra por lo que valga la pena el cambiar tu ciudadanía celestial. Es tan triste ver a Esaú renunciar a todo por una taza de un mísero guisado, y Jesús está pidiéndonos no cometer el mismo error, porque somos hijos amados de Dios y Él nos ha prometido una enorme herencia espiritual.
Agradece a Dios hoy que Él es un Padre amoroso. Dale gracias por todo lo que ya ha hecho en tu vida, y dale gracias por la promesa de eternidad en el cielo para todos los que creen en él. Pide a Dios que te ayude a vivir con su futuro en mente, en lugar de nuestros deseos momentáneos. Lee el capítulo 6 en el libro de Juan, y pedirle a Dios que te ayude a crecer más cerca de él a medida que lees su Palabra.